domingo, 14 de marzo de 2010

EL TESORO

Esa noche apenas pudo dormir, estuvo toda la noche soñando con cadáveres, fantasmas y cosas parecidas. A media noche, despertó sobresaltado, con todo su cuerpo bañado en sudor y con una respiración entrecortada, parecía que hubiera estado corriendo una maratón.
Se levantó a beber agua pero luego le fue imposible volver a conciliar el sueño. Cogió un libro de aventuras y se puso a leer.
Por el contrario Luis no perdió el sueño para nada, en realidad no había nada que inquietase el sueño de Luis. Al día siguiente Carlos no hacía mas que bostezar.
__ ¿Hoy dónde vamos?__ preguntó Luis
__ ¿Qué te parece si vamos al sótano? Me gustaría ver lo que hay allí
__ Estupendo, yo también estoy deseando ver lo que hay allí abajo.
Sin perder tiempo entraron en la casa y empezaron a bajar las escaleras. La escalera no estaba muy bien y a cada paso metía un ruido que sonaba en la casa como un trueno, los chavales estaban un poco asustados. Cuando terminó la escalera, respiraron con tranquilidad, se encontraron con una puerta grande y oscura, tan oscura que parecía la boca del lobo.
Carlos agarró el pestillo e intentó abrir la puerta, pero le fue imposible. Lo intentaron entre los dos; consiguieron abrir un poco y después entre los dos hicieron fuerza para poder abrir un poco más la puerta. Empujaron con todas sus fuerzas, pero tanto años sin abrirse y con la humedad que había en aquel lugar, las bisagras estaban totalmente oxidadas. Abrieron lo suficiente para poder pasar y al entrar creyeron que habían encontrado un verdadero tesoro. ¡Cuántas cosas había allí dentro! Muebles viejos, una cantidad enorme de cajas cuyo interior era un misterio, ropas… y qué no. Los dos amigos no se lo podían creer, comenzaron a saltar llenos de alegría, tan contentos estaban que ni se acordaban de las habitaciones de la parte alta. Los dos amigos se dedicaron a mirar todo, ahora abrían un armario, luego miraban en el interior de una caja… estaban tan excitados que ni paraban de un lado para otro.
__ ¡Qué maravilla! ¿Has visto cuántas cosas? __ dijo Carlos sin podérselo creer.
__ Si es increíble, pero no podemos cogerlo, no son nuestros.
__ ¿Quién te ha dicho que vamos a cogerlos? Yo sólo digo que podríamos venir a jugar con estas cosas.
__ Mira lo que he encontrado, una espada de bucaneros y un arco con sus flechas.
__ ¡Qué suerte! Podemos jugar a piratas o a indios y vaqueros.
Carlos cogiendo la espada y utilizando una voz muy grave dijo:
__ Quieto, ¡ni se te ocurra moverte maldito hijo de perra!
__ No me mates, te diré donde escondimos el tesoro, pero por favor ¡no me mates!
__ ¡Rápido! Si no quieres que te ensarte como a un picho moruno.
__ Si, si lo guardamos en uno de esos armarios.
__ ¡Di en cual de ellos! Si no tus horas están contadas.
Siguieron jugando hasta que llegó la hora de volver a casa.
__ Mañana a las diez en punto en el cementerio__ dijo Carlos. Mañana podemos ser indios
__ Yo quiero ser el jefe, hoy tu has sido el capitán pirata.
__ Ah pues entonces yo seré el general Custer del Séptimo de caballería.
__ Tendremos que traer otro tipo de armas, no he visto mas que arco y flechas.
Cuando entró en casa, Carlos vio que su madre estaba poniendo la mesa, cuando le vio su madre, estaba tan sucio que muy enfadada le dijo:
__ ¿Se puede saber de dónde vienes para estar tan sucio?
__ He estado jugando con Luis, hemos estado jugando a piratas.
__ ¿Jugando a piratas? Porque tu dices que habéis estado jugando, porque mas bien parecéis piratas de verdad. Ahora mismo, antes de sentarte a cenar una buena ducha.
“Ufff menos mal que no se ha enterado de nada. Espero que no me pregunte nada más” ,pensó Carlos.
Estando todos sentados a la mesa, el padre de Carlos comentó que no se veía nada de pesca y que todos los arcos estaban en puerto, que no merecía salir a la mar para no coger nada. El hombre estaba muy preocupado.
__ No sé lo que vamos a hacer, apenas hay anchoa y dentro de poco hay que salir por bonito. Estoy seguro que tampoco habrá tanto, ¡Menudo año! Sin anchoa y si luego no hay bonito ya veremos como sacamos para comer. Este año no sacamos ni para carnada.
__ Siempre estás igual, nunca estás conforme. A la mar hay que salir con otro espíritu__ dijo la madre de Carlos.
Mientras la familia hablaba de esta manera, Carlos no pensaba en otra cosa más que en su tesoro y por supuesto no escuchó nada de lo que dijo su padre.
__ ¿Estás atontado o qué? ¿No oyes?
__ ¿Qué? Perdona estaba en otro sitio.
__ Si, como siempre en la luna de Valencia. Te estaba diciendo que mañana vienes conmigo a la mar.
__ Pero, le he dicho a Luis que…
__ Como si se lo has dicho al Papa, me da lo mismo, no voy a contratar otro marinero, mientras tu te quedas en casa cómodamente, ya es hora de que vengas a la mar. Yo a tu edad ya sabía echar las redes. Ya es hora de que aprendas.
¡Vaya por Dios! Ahora que empezaban a pasarlo bien, a su padre no se le ocurría cosa mejor que llevarlo a la mar.
No sabía como avisar a Luis y lo peor de todo es que por más que pensaba no se le ocurría nada. Al final pensó que cuando Luis viese que no llegaba, pensaría que se había dormido e iría a llamarle, entonces le diría su madre lo que había ocurrido y dónde se encontraba.
Al día siguiente, amaneció con un temporal terrible, las olas golpeaban con furia el muelle y pasaban por encima de él. Era imposible caminar por los muelles pues el fuerte viento te arrastraba. Las embarcaciones decidieron quedarse en puerto hasta que amainase el temporal. Carlos no se lo podía creer, hasta que mejorara el tiempo, era libre de moverse por donde quisiera. Menos mal, podría ir con Luis.
Cuando llegaron a casa, no esperó a nada más, por si a sus padres se les ocurría algún otro trabajo, lo mejor era largarse.
Esperó durante bastante tiempo, pues era muy temprano, esperó y al fin llegó Luis. Cuando le vio subir por el camino, se levanto y levantando los brazos, empezó a moverlos como si estuviese haciendo señales. Cuando Luis le vio, empezó a hacer lo mismo.
Rápidamente se dirigieron a la casa y entraron en ella. Sin perder ni un solo segundo bajaron al sótano, estaban deseando jugar con todas aquellas cosas.
Ya una vez en el sótano empezaron a revisar el resto de las cajas, algunas estaban vacías, otras contenían ropas viejas. Había tantas cajas que pasaron bastante tiempo moviéndolas, de aquí para allá. Necesitaron mucho tiempo pero este tesoro merecía la pena.
Cuando movieron una de aquellas cajas se encontraron con una trampilla, era de madera con algunas incrustaciones de hierro. En uno de los extremos se veía una argolla.
Los dos muchachos quedaron alelados ante este descubrimiento, no podían quitar sus ojos de aquella trampilla. Aquello era una inmensa puerta hacia la aventura, aunque estaban deseando saber que había detrás de ella, no se atrevían a levantarla.
__ ¿Te atreves?__ dijo Carlos
__ No sé, ¿a dónde nos llevará?
__ Si no lo levantamos, no hay manera de saberlo, yo me atrevo.
Se les había esfumado las ganas de jugar, se acercaron con mucha lentitud a la trampilla, pero ninguno se atrevía a coger la argolla. De pronto Carlos se agachó y cogiendo la argolla le dio un fuerte estirón, pero la trampilla no se movía; tiró con más fuerza y un si es no es consiguió moverla, esto hizo que el muchacho se animase y haciendo acopio de todas sus fuerzas, tiró y consiguió abrirla. Se veía un agujero muy negro, no se veía donde terminaba, pero lo que si estaba a la vista era una escalera de gato que descendía hacia el abismo. Enfocaron con sus dos linternas, pero a pesar de eso no se atisbaba nada; por si esto fuera poco ¿Dónde iban con aquellas linternas? No se podían aventurar a ningún lugar, porque entre lo poco que alumbraban y la poca pila que les quedaba, lo mejor era permanecer donde estaban. No era cuestión de descender por la escalera y que a mitad del camino se quedasen sin luz, ya era bastante tenebroso verlo desde arriba, así que como para adentrarse en esa oscuridad.
__ Esa escalera no parece muy segura__ comentó Luis
__ ¡Como vamos a caernos! No seas cagueta
__ ¡Ni lo sueñes! Yo no bajo. Está negro como el alquitrán, me da un miedo horroroso. ¡Vamos ni harto de vino!
__ Ya sé lo que podemos hacer, traemos unas sogas, nos las atamos a la cintura y así si nos falla la escalera, al menos no nos caeremos hasta el fondo. ¡Que vete tu a saber donde está!
__ No es mala idea, pero ¿Dónde podemos asegurar la cuerda?
Carlos después de mirar en derredor
__ No será porque no tenemos donde atar; ¿Qué te parece alguno de esos armarios? Con lo que debe de pesar, no creo que haya nadie capaz de moverlo.
__ ¿Has pensado de dónde podemos sacar una soga?
__ Muy fácil. Mi padre tiene unas cuantas, si le cojo una ellas, ni se va a enterar.
__ Siendo así… Yo me encargo de las linternas, voy a traer otras que alumbren más, estas parecen dos candiles.
__ ¿Dónde te crees que conducirá? ¡Menudo frío que viene!
__ Mañana mismo saldremos de dudas.
__ Bueno mañana o cualquier otro día. Hoy he podido venir de pura casualidad. Mi padre está empeñado en llevarme con él a la mar y hoy me he librado por el temporal y en el momento en el que mejore el tiempo, nos haremos a la mar. Si mañana ves que no llego para la hora, ni me esperes estaré en la mar.
__ Entonces ¿mañana a la misma hora?
__ Si a las diez y donde siempre.
Sin más cada uno se fue a su casa y a la mañana siguiente, tal como había dicho Carlos, el tiempo mejoró notablemente y todos los barcos se hicieron a la mar.
Carlos mientras andaba por cubierta, no tenía en mente mas que la dichosa escalera, pero pronto se percató que allí no se podía estar en Babia, había que trabajar y de lo lindo. Tenía que preparar las cosas para cuando los hombres levantasen las redes.
Su padre que estaba en el radar dio aviso de un gran banco de peces, sin más echaron la s redes. No fue un mal día, las capturas fueron bastante buenas. La tripulación estaba contenta. A puerto no llegaba mucho pescado y alcanzaría un buen precio.
Los pescadores son muy supersticiosos y como hasta que Carlos embarcó no cogían casi nada, llegaron a pensar que este les traía suerte. Carlos estaba muy orgulloso porque aunque no podía ir a la casona, esta luego también la encontrarían en el mismo lugar. No tenía prisa. Ahora estaba disfrutando de su salida a la mar.

No hay comentarios: