viernes, 2 de abril de 2010

DÍAS DE MAR

Durante tres semanas seguidas siguió yendo a la mar. Durante ese tiempo no se dio mal la pesca, siempre conseguían volver con el arco lleno, de una clase o de otra, pero siempre lleno.
Llegó la campaña del bonito y ¡eso si que era duro! El trabajo era tan duro, que no dejaba lugar a los sueños. Todos los días terminaban agotados. Como todas las cosas, la campaña del bonito terminó, no se había dado nada mal y el padre de Carlos estaba muy contento ¡Tan contento! Que le dio unas merecidas vacaciones.
Nada más oírlo, Carlos salió disparado hacia la casa de Luis. Ninguno de los dos se había olvidado de aquella escalera y quedaron para el siguiente día, tenían que llevar todo lo que habían pensado.
Al día siguiente, tal como lo habían planeado, cogieron una de las sogas, las linternas y se fueron hacia la casa. Cuando llegaron al sótano, la trampilla estaba tal como ellos lo habían dejado, ¡Qué lejano quedaba aquel día! Esto les tranquilizó bastante porque comprendieron que por aquellos lares, aparte de ellos, no merodeaba nadie más.
Tal como lo tenían pensado, ataren uno de los extremos de la soga a uno de los armarios. Carlos comprendió que esa temporada en la mar le había venido muy bien; había aprendido a hacer algunos nudos marineros, y ahora eso les iba a resultar muy útil.
Carlos fue el primero en atarse la soga a la cintura y acercarse a la escalera. Primero bajó Carlos, más tarde Luis, los dos bajaban con mucho cuidado, pues temían resbalar y caerse. Los dos iban con sus respectivas linternas en la boca, las manos las tenían que usar para agarrarse fuertemente a la escalera.
Cuando hicieron pié, estaban muy cansados, seguramente más que por el trayecto realizado por la tensión nerviosa a la que estaban sometidos. Tal como había prometido las linternas que trajo Luis alumbraban muy bien, con una luz clara y potente. Valiéndose de las mismas, se dieron cuenta que estaban en un túnel horadado en la roca; de vez en cuando, se veían algunas argollas y dentro de esas argollas se encontraron con varias teas. Se veía que se habían encendido más de una vez. ¡Esto si que era emocionante! Como ninguno de los dos llevaba cerillas, no pudieron encenderlas, pero desde luego, la siguiente vez las traerían.
El túnel tenía una muy buena altura, podían caminar por él sin tener que agacharse. Siguieron por ese camino sin saber a donde les llevaría aquel pasadizo y de pronto, el tunel comenzó a ensancharse, cuanto más avanzaban, más ancho se volvía, al final alcanzó la anchura de una buena cueva. Los dos se miraron sorprendidos, ¿Qué es lo que habían encontrado? Parecía una cueva natural, con una buena altura y toda ella de piedra, pero eso no era lo que los había dejado boquiabiertos, sino el ver que la cueva estaba toda ella llena de cajas. Cajas de madera de un tamaño considerable. No sabían lo que contenían pero lo que si sabían es que no habían llegado por si solas.
__ ¿De dónde han salido todas estas cajas?
__ Ni idea, pero seguro que no han crecido aquí.
__ Por el agujero por el que hemos bajado no caben, por tanto tiene que haber alguna otra entrada.
__¿Qué habrá dentro?
__ No me atrevo ni a tocar, será el escondite de algunos contrabandistas.
__ ¡Como en la películas, qué bien! Pero ahora que pienso, por aquí no se dedica nadie al contrabando, ¿O si?
__ Yo pensaba lo mismo, pero en vista de esto…
Se acercaron a las cajas y entre los dos intentaron levantar una de ellas, pero a pesar de ello, no consiguieron ni el más mínimo movimiento. En vista de esto decidieron dejar para más adelante el asunto de las cajas y concentrarse en encontrar la otra entrada, porque que tenía que haber otra entrada estaba claro.
Después de investigar la cueva, al fondo a la derecha, encontraron otro túnel, como no se veía ninguna otra entrada, decidieron seguir y ver a donde les llevaba. Según iban avanzando comenzaron a oír un ruido que cada vez se hacía más ensordecedor, un ruido que por un lado les resultaba conocido y tranquilizador pero por otro lado empezaron a sentir cierto miedo. A medida que avanzaban el ruido se hacía más y más audible, hasta que de pronto se dieron cuenta que lo que oían era el ruido que hacen las olas al romper en las rocas.
__ No creía que estuviéramos tan cerca de la mar.
__ A mi también me parecía imposible, pero con ese ruido no hay duda-
Siguieron por el túnel, ya estaban más tranquilos, de pronto el túnel se volvió a ensanchar y se encontraron en otra cueva con salida a la mar. Allí el ruido era terrible pues la cueva hacia de caja de resonancia, las olas rompían y entraban dentro de la cavidad moviendo los cantos rodados que se encontraban por doquier. También había una pequeña playa, no era muy grande pero suficiente para que entrasen tres o cuatro personas.
Se encontraban de pie en una especie de muelle, como si fuera el muelle del puerto, pero natural. Tendría como un metro de altura con relación a la playa y para bajar a ella había unas pocas escaleras escavadas en la roca. La cueva era muy bonita, la luz del sol que se reflejaba en el agua, formaba un juego de luces tan bonito que nos quedamos como dos tontos mirándolo.
De pronto nos dimos cuenta que los dos estábamos boquiabiertos contemplando aquel espectáculo y nos echamos a reír como dos tontos. Después empezamos a pensar en lo que habíamos encontrado y…
__ ¡Por supuesto!__ dijo Carlos__ por aquí es por dónde introducen las cajas y si las necesitan las sacan por el mismo sitio sin que nadie les vea. Muy astutos.
__ En eso tienes razón, pero yo creo que esas cajas llevan mucho tiempo sin moverse. ¿Por qué no viene nadie a buscarlas? No me parece muy normal, que hagas contrabando para que luego dejes las cajas metidas en una cueva.
__ La verdad es que no sé que pensar, pero que entran por aquí no hay duda. ¡Vamos a la otra cueva y veamos que hay en esas dichosas cajas.
__ Y si vienen a buscarlas ¿No crees que se darán cuenta que alguien ha andado con ellas?
__ Tu mismo lo has dicho. Hace tiempo que nadie viene a por ellas. Puede que se les haya olvidado.
__ Seguro. Vamos dedicarse al contrabando y luego olvidarse donde han dejado la mercancía. Eso, no te lo crees ni tú.
__ No, si en eso te doy la razón, pero por otro lado no creo que vengan ahora mismo y si no vienen ahora ¿Cómo van a saber que hemos sido nosotros?
__ Pues tienes razón. ¡Qué demonios! Yo también estoy deseando saber lo que hay dentro de esas malditas cajas.
Cuando volvieron a la otra cueva, se percataron que una de las cajas estaba en el suelo, medio rota, con lo que no les costó mucho esfuerzo quitarle la tapa. ¡Whisky! Estaba llena de botellas de whisky.
__ Pero, ¿Quién ha podido traer esto?
__ Como no sea algún tabernero, no entiendo nada.
__ ¡Vaya tontería! Como lo va a traer un tabernero, esto lo han traído para hacer negocio, por tanto puede haber sido cualquiera.
__ Por eso pesan tanto
__ Creo que tendríamos que ir a la policía ¿No lo crees?
__ Pues no sé que decirte, porque si luego nos culpan a nosotros y vienen a buscarnos…
__ Pues ¿qué propones? Porque algo tendremos que hacer ¿No?
__ Yo creo que debemos informar a nuestros padres y que ellos decidan que hacer. Creo que es lo mejor. ¿No te parece?
__ Bueno seguro, seguro no lo estoy pero quizá sea lo mejor.
__ Mira los adultos son ellos y digo yo, que sabrán mejor que nosotros lo que hay que hacer. A decir verdad, esta cueva me da muy mala espina.
__ A mi también. ¿Quién será él que esté tras esto? Por lo menos tiene que ser alguien que tenga una embarcación. No hay otra forma de acercarse a las rocas.
__ Ya he pensado en eso, pero he pensado en todos los que tienen una embarcación y ninguno me parece sospechoso.
__ Pero últimamente la pesca está tan floja… Quizá alguien… porque alguien tiene que ser.
__ Vamos a mi casa y se lo contamos a mi padre. ¡Ya veremos lo que dice!
Se dirigieron a casa de Carlos y directamente se fueron hasta donde se encontraba su padre. Este estaba arreglando las redes y tan entretenido estaba que ni se dio cuenta de que había llegado alguien.
Al principio no sabían como empezar y se quedaron mirando, sin decir nada. De vez en cuando su padre, sorprendido, les miraba, pero como los chicos no decían nada, volvía a su trabajo. Se le antojaba bastante raro ver a los dos como dos estatuas, mirándole arreglar redes, como si este trabajo fuese algo apasionante o no lo hubieran visto nunca.
__ Bueno, ¿Quién va a ser el primero en hablar? Me estáis poniendo nervioso.
__ Aita, tenemos que hablar de algo muy importante.
El padre de Carlos dejó su trabajo a un lado y les dijo:
__ Vosotros diréis.
__ ¿Qué harías si te enterases de algo ilegal?
__ ¿Ilegal? ¿De qué demonios estáis hablando?
__ Si, contrabando. Si supieras dónde está escondido un gran alijo ¿Qué harías?
El buen hombre se levantó de un salto
__ ¿Qué clase de contrabando? ¿Drogas? No estaréis metidos en algo así ¿No?
__ No, no, nosotros no estamos metidos en nada, pero además no hay nada de drogas, sólo whisky.
__ ¿Qué habéis encontrado un alijo de whisky? Pero si hoy en día nadie se dedica a eso.
__ Pues nosotros sabemos de un lugar en el que hay montones de cajas.
__ ¿Dónde?
__ En la casa que está detrás del muro, la que se encuentra entre los árboles, en el sótano encontramos un pasadizo que llega hasta la mar.
__ Y vosotros ¿Qué hacíais en esa casa?
__ Entramos a jugar, no hemos hecho nada malo, no hemos roto nada y menos robado. Sólo entramos a jugar.
__ ¿Quién más sabe esto? Luis ¿se los has contado a tu padre?
__ No se lo hemos contado a nadie. Tu eres el primero. La verdad es que estamos bastante asustados.
__ No me extraña, el contrabando es algo muy serio y peligroso. Vamos a casa de Luis y después de contárselo a su padre nos lleváis a ese sitio y después de ver lo que hay, pensaremos qué hacer.

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